Atardeciendo ayer entre Gladiolos silvestres y Bocas de dragón en Los Estrechos del río Martín. Los aviones comunes y roqueros volaban en multitud en busca de los últimos bocados antes de irse a dormir; las chovas piquirrojas acomodaban el hueco en la roca y hacían las últimas piruetas en el ocaso. Mientras un solitario macho de cabra montés se dejaba ver en la línea del horizonte, andaba tranquilo, se le veía ramonear algún arbusto y reposaba en las losas de las calizas. Llegaba la noche y el río Martín golpeaba sin cesar su cauce, estos días lleva más agua de la cuenta y se deja notar en el ruido ambiente. Decidimos marcharnos y quizás otro día esperemos a escuchar los cárabos y otros personajes nocturnos 😉
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